A propósito del derecho a la salud menstrual
La nueva ley admitida a trámite será una realidad para las mujeres que sufran reglas incapacitantes, se estima que, como mínimo, podría afectar a un 20 % de las mujeres. A lo largo de la historia se han forjado rituales y mitos cargados de supersticiones alrededor de la menstruación. En Rumanía se decía que el período marchitaba las flores, en Colombia no puedes lavarte ni cortarte el pelo y aquí se te corta la mayonesa y es un reclamo para los tiburones. Ocultar la sangre todavía sigue siendo también un ritual, desde la prehistoria, que se decía que atraía a los depredadores al hogar, y es cierto que tanto ocultamiento, un exceso de higiene por la sensación de suciedad que produce en algunas mujeres y la poca o ninguna ayuda (o interés) de la industria hasta ahora han convertido nuestra regla en un popurrí de sustancias químicas. Un estudio de la Universidad de Granada (UGR) ha encontrado hasta 10 tipos de contaminantes orgánicos en la sangre menstrual de mujeres españolas (parabenos y benzofenomas) que provienen de cósmeticos y productos de higiene íntima, cremas, geles o champús. Pueden causar desequilibrio hormonal y en mujeres, un aumento del dolor menstrual, mayor sangrado o incluso, el desarrollo de endometriosis. Los tampones fueron en nuestra adolescencia una liberación para poder realizar una vida “normal” porque por fin podíamos ir a la playa o a la piscina con nuestros amigxs sin preocupaciones, ya se había acabado el aislamiento veraniego. Entre la imposición y a veces autoimposición de la depilación y la importuna llegada de la prima la roja no había manera de hacer planes. Pero esos diminutos absorbedores de flujo antes que salvadores han sido condenadores: pesticidas, productos nocivos para aumentar su absorvencia y hasta su decoloración a su característico blanco son quizás no los … Seguir leyendo