Las Hilanderas

Las Hilanderas de La Palma: los últimos talleres de seda artesana

Cuenta la leyenda China que Leizu, la mujer del emperador Huang Ti se tomaba un té demasiado caliente bajo un árbol de Morera, cuando de repente, un capullo que colgaba sobre las ramas del inmenso árbol cayó dentro de su taza. El humeante té deshizo el huevo en el que el gusano de seda esperaba impaciente transformarse en mariposa, cuando Leizu fue a beber se encontró una fibra brillante de la que despuntaban pequeños hilos. Extraña y curiosa, tiró suavemente de uno de ellos y lo hilvanó alrededor de su dedo… por puro azahar, en el inmenso jardín del apodado Emperador Amarillo, se acababa de descubrir la seda. Un tejido tan brillante, fuerte y puro que solo lo podía usar la realeza, pero con el tiempo, se acabaría extendiendo y convirtiéndose en un producto de lujo codiciado por el resto del mundo. En el 139 a.C se creó la mayor ruta comercial bajo el nombre de La ruta de la Seda, que se extendía desde el este de China hasta el Mediterráneo y poco a poco el secreto de su elaboración llegó a otros países, incluso aquí… a Valencia, que se ganó el reconocimiento de producir algunas de las mejores sedas del continente europeo, pero también se consolidó una industria algo menos conocida en una pequeña isla del atlántico: la isla canaria de La Palma. Con la colonización de las Islas Canarias por los Castellanos en 1492 llegaron a La Palma artesanos procedentes desde Flandes y el ducado de Brabante expertos en aquella técnica sedera que se había aprendido en algunos países de Europa, el clima de estas siete islas era el idóneo para que el árbol de la morera floreciese y le diera alimento a los deseados gusanos de seda. “Y así, entre los siglos XVI y XVIII, La Palma … Seguir leyendo