Árnica Montana

Árnica Montana, el antiinflamatorio natural que crece en Europa

Quién no recuerda a alguna de sus abuelas hacer ungüentos caseros para tratar las dolencias, cómo maceraban las cabezuelas de flores amarillas disecadas 40 días en aceite o 10 días en alcohol para conseguir extraer las propiedades de esta planta silvestre que crece en Europa central, en los altos valles Pirenaicos y en las laderas de las cordilleras del cantábrico. Un tratamiento de la medicina popular con propiedades antiinflamatorias para calmar las molestias osteomusculares (como la osteoartritis: una de las afecciones articulares más frecuentes a partir de la edad adulta), torceduras y hematomas. Su uso tradicional ha pasado a ser una evidencia científica con estudios clínicos comparativos entre la eficacia del uso tópico del árnica y los geles a base de antiinflamatorios no esteroideos (AINE s), como el ibuprofeno. La palabra árnica se registró por primera vez el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes de Terreros y Pando en 1786, etimológicamente se cree que proviene de un préstamo del griego: ptarmiké (“la que provoca el estornudo”) porque al acercarte a oler su flor te hará estornudar. En medio de las trincheras que se extendían desde Francia hasta lo que ahora es Rusia, los soldados del frente trataban con árnica sus heridas durante la Segunda Guerra Mundial y en aquí durante la Primera República española, el estado bajo el nombre del Ministerio de la Guerra ya organizaba recogida de donativos de las provincias “con destino a la curación de los heridos en campaña” durante la Tercera Guerra carlista. En el inventario de la Gaceta de Madrid de 1874 se escribía: “un cajón que contiene cinco botellas de licor y una de árnica”. Se incluyó como especie protegida por el abuso en la recolección de esta planta silvestre para la industria cosmética en la convención de Washington de 1981 y … Seguir leyendo