Hacer deporte es uno de los pilares de una vida sana junto a una buena alimentación. El problema llega cuando el primero de ellos condiciona el segundo, es decir, tener hambre después de entrenar y pensar que podemos permitirnos cualquier atracón de comida poco sana. Hoy explicamos la razón de esta necesidad voraz de alimentarnos tras entrenar.
Al realizar ejercicio quemamos calorías y por tanto consumimos parte de la energía que obtenemos de los alimentos. Si fundimos nuestras reservas no hay nada más normal que sentir la necesidad de reponerlas, como si se tratase de la gasolina de nuestro coche o moto. Esto se interpreta mediante el hambre ávido que nos recorre las venas.
¿Qué podemos hacer para evitar estos atracones tan poco productivos que echan por tierra todo el trabajo llevado a cabo en el entrenamiento? En primer lugar, no debemos confundir la necesidad de comer con deshidratación, es habitual padecer de esta última tras sudar ya que la transpiración cutánea se basa en agua y toxinas. Por tanto, al llegar a casa, debemos beber bastante agua y así quizás quedemos saciados.
En segundo lugar, podemos programar los entrenamientos en la hora previa a las principales comidas, con esto conseguiremos evitar una comida extra y aprovechar más el desayuno, comida o cena.
Finalmente, si no nos es posible entrenar a estas horas o hidratarnos tampoco es la solución, no podemos caer en la comida basura o demasiado grasa. El elemento esencial de la alimentación de un deportista son las proteínas.
Por consiguiente, podemos optar por un snack proteico o un pequeño cuenco de arroz integral con quínoa. De igual modo, encontramos proteínas en el aguacate y las verduras. Aunque resulte difícil no caer en la tentación debemos ser fuertes y ser conscientes de las consecuencias de realizar deporte.
Fotos: Pinterest
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