En el palmarés del Festival de Cine de San Sebastián se coló su nombre: Carla Quílez, la actriz más joven en ganar la Concha de Plata a Mejor Interpretación con la película La Maternal, la segunda película de la directora Pilar Palomero. Si ya su primera obra Las Niñas se centra en el drama infantil de la España de los 90 a través de los ojos de Celia, una niña de 11 años hija de madre soltera que se enfrenta a los prejuicios sociales de haber crecido sin un padre, en La Maternal se nutre también de ellas: menores que se quedan embarazadas y se convierten en madres. El film fue bautizado con el nombre del centro de acogida barcelonés en el que las chicas rompen de la forma más abrupta con su adolescencia para traer un bebé al mundo. Es un drama, pero también un consuelo: «Quiero tener un bebé porque es la única persona que va a estar conmigo», se escucha de la boca de una niña que quiere dar lo que ella no recibió.
Una situación límite que nos hace comprender esas vidas de calle, rebeldía y rabia que alejaban a nuestra protagonista de su casa, del instituto y de la vida real, inmersa en su móvil y bailando reguetón. Primer papel, primera nominación y primer premio, una futura promesa del cine que encarna las vidas de muchas adolescentes reales. Se incorporaron al largometraje pequeños fragmentos de madres que habían sido madres con 13, 14 o 15 años en un relato de semi-ficción que tenía que abordar ese patrón común de todas ellas: la vulnerabilidad, exclusión social o culpabilidad. “Fue una mezcla entre conversación y rodaje”, cuenta la directora a Cine con Ñ.
Una conversación pendiente que tenía el cine español con estas madres prematuras y luchadoras que se zanjó con la estatuilla de plata para una actriz no profesional descubierta a través de sus bailes en Instagram. Ella subió valiente al escenario y recogió el premio dedicándoselo a todas “las mujeres guerreras y luchadoras como las de la película”.
Una dedicación para aquellas madres jóvenes que se enfrentan a un mundo para el que no les ha dado tiempo a prepararse.
Mi madre sabía que me dedicaría a escribir porque desde pequeña lo hacía hasta en los armarios. De moral firme. Elegí periodismo porque quería saber de todo, ejerzo como camarera y aprendo de todos. Culo inquieto, esponja y campurriana, como las galletas. Me hicieron bajita para amar los tacones. Fiel defensora de la moda con conciencia medioambiental.