Normalmente tendemos a pensar en la carne como algo poco productivo en lo que a dietas se refiere, tratando de dejarlas fuera en toda o casi toda medida. Pero nada más lejos de lo pensado, las carnes son importantes para mantener una dieta equilibrada y saludable, y aunque normalmente la imagen que nos viene a la cabeza es la de un filete frito, pueden cocinarse de forma muy variada sin que deje de ser sano.
Lo primero que debemos saber es que hay 2 grupos de carne, bien diferentes entre sí y que tenemos que conocer de antemano.
1. Carnes blancas. Son las carnes que proceden de aves como pollos, pavos y las de conejo (aunque también existen carnes de ternera blanca). Este tipo de carnes tienen poco contenido en grasa y aportan muchas proteínas.
2. Carnes rojas. Son aquellas que provienen del cerdo, buey, cordero y ternera, y con muy ricas en grasas, por lo que conviene no abusar de ellas.
Por supuesto, el conocimiento de los tipos de carne tan sólo es una directriz, ya que depende de cómo conocinemos cada plato conseguiremos maximizar o minimizar los beneficios. También depende del corte y de la procedencia de la carne ya que, por ejemplo, la carne de ternera (roja) procedente del lomo es magra (porcentaje de grasa inferior al 10%) y con bajo contenido en grasas; mientras que una pechuga de pollo (blanca) con su piel aporta mayor contenido en grasas.
La diferencia con los pescados gira entorno al tipo de grasa que contiene cada uno. Mientras que en las carnes vacunas y de pollo abundan las grasas saturadas, en los pescados por lo general, es mayor la proporción de grasas insaturadas con ácidos grasos beneficiosos para la salud. Conviene también conocer los 2 grupos de pescados que existen:
1. Pescado blanco. Es la equivalencia a las carnes blancas dentro del grupo de los pescados. Contienen menos cantidad de grasas y se digieren con mucha más facilidad. Algunos pescados blancos son la lubina, la merluza, el bacalao, el besugo, la dorada o el rape.
2. Pescado azul. Son aquellos que aportan mayor índice de grasas y calorías, aunque no siempre se trata de grasas perjudiciales. Como ejemplos, tenemos el salmón, el atún, las anchoas, las sardinas, arnques, boquerones o la caballa.
¿Cómo aplicar esto a nuestras dietas? Lo ideal con las carnes rojas es elegir tipos de corte magros, como los lomos o los solomillos, para evitar consumir un elevado índice de grasas. En el caso de las carnes blancas, es recomendable no cocinarlos con piel ya que ahí es donde se acumula con mayor intensidad la grasa. En el caso de los pescados, cualquiera que se incluya en las dietas aportará grandes beneficios ya sea en versiones bajas en grasa como las merluzas o el bacalao (blancos) o atunes y salmones con mayor índice de grasa pero necesarias por sus beneficios (azules).
Fotografías: comersanoyrico, farmina, aveanicefruit, crecmax
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