Muchas son las veces en las que por no salir de nuestra zona de confort o por no desarmar el caparazón protector que hemos armado para evitar el dolor, decimos simplemente “no”. Otras son las veces en las que decimos “adelante” y tenemos como resultado un desastre en el que todas las hormigas de nuestra organización interior se diluyen debido a un mal pisotón.
Esto ocurre porque en el hormiguero todo suele funcionar correctamente. Cada hormiga tiene su función y ninguna corazón, sino razón, razón por la que seguir el guión, una fecha límite y una labor. Y así pasan los días, con bastante alegría y también compañía. No hay lugar para el amor. Si ella se va de excursión puedes brindarle el último adiós de la mano de un buen pisotón, sin embargo, cuando la pisada sin quererlo queda orientada hacia la manada, hacia el hormiguero, hacia cada elemento de este lugar de cobijo, cada parte de nosotros mismos, activa y en plena ebullición, queda en principio destrozada.
Construir una coraza es un juego de valientes que mezclan el hormigón con algo de insensibilidad y desazón, un juego en el que las reglas aburren y causan repetición. Por su parte, quitarse la coraza viene siendo similar a desnudarse, no es cosa de cualquiera llevar el corazón y sus arterias por delante, como quien decide editar “Enviando al fondo” o ” Trayendo adelante”, como quien superpone y como quien pudiera o pudiese, combinarse.
Y es entonces cuando toca combinar el destrozo involuntario,a voces y tantas veces necesario de ese escudo ante dejarse complacer, combinar el no tan destrozo con la apertura de una diminuta puerta cerrada a todo estímulo del exterior con una sensorial evaporación convertida en hormigueo, dejarse llevar por el cosquilleo, por el cosquilleador, por el pisador, por el cerrajero, por quien al fin y al cabo ha dado a la sinrazón, como si del espantapájaros del Mago de Oz se tratase, todo un corazón.
En Modalia l “Vamos con-fianza”: el fracaso de nuestras relaciones
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