Seres Erasmus. Seres extraños, tacaños, descuidados, preocupados, alocados, enamorados, extasiados, asustados, aterrorizados y paralizados pero nunca, acostumbrados. Así éramos sin saberlo y así lo notaban nuestros amigos y familiares en el reencuentro. El ser humano se define como un ser social, trascendente e irrepetible, diferente a los animales por la inteligencia y razón. Al irnos, nadie nos dijo que entrábamos en el apartado de humano llamado Ser Erasmus, todos pensábamos que “estábamos de Erasmus”, y sin embargo, estábamos siéndolo.
Estábamos siendo nosotros, cada uno de esos nombres impresos en billetes de avión con equipaje extra facturado, cada uno de nosotros pero multiplicado por tres. Tres veces más desordenados, más responsables, más viajeros, más vivos, con más ganas, con dos corazones de más donde no cabía de nada. Estábamos queriendo sin quererlo a un ritmo taquicárdico, enfadándonos como nunca y en ningún caso, razonando como siempre.
No había lugar para decir lo que sentíamos. Callábamos, a menudo, sin aliento entre Buda y Pest, sin palabras por los callejones de Auschwitz, sin dinero por los bares alemanes, sin batería entre la multitud del Oktoberfest o sin capucha debajo de un cotidiano temporal holandés. Callábamos porque no podíamos hacer otra cosa que observar, que pensar, que sentir, que vivir, que ser.
No nos acostumbramos a volver. Que no nos lo pidan rápido, que no nos exijan poner los pies en la tierra cuando hace rato que estamos enterrados en ella, buscando levantar esos kilos de más, de tierra y de maletas. De esa maleta final que vuelve a casa contigo para no volver, esa maleta que no se puede acabar, porque lo único que nos queremos llevar necesita un billete de más. Que fácil es hacer la maleta cuando sabemos lo que necesitamos, y que difícil cuando lo que necesitas es el lugar en el que estamos.
Que no nos pidan que no nos vayamos de un lugar popular porque es difícil comprender que poco habrá similar del lugar que acabamos de dejar. Que no nos pidan que dejemos atrás lo que en tan solo unos meses o un año nos va a seguir haciendo añorar y tantas lágrimas regalar.
No nos hemos leído la letra pequeña de este programa de “intercambio”. Ahora que estamos aquí de vuelta, nos percatamos de que no era lo que prometían, a mi intercambio le quitaron el prefijo, al final, todos hemos firmado un cambio, un cambio de mentalidad, de forma de apreciar, de querer y de ser. Un cambio por el que sin ninguna duda volveríamos a firmar.
Fotos: Instagram @nina_seg
En Modalia l Cosas a tener en cuenta antes de irnos de vacaciones