¿Has comprado algo, lo has usado y luego lo has devuelto? Estás haciendo “wardrobing”

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Lo hemos visto en las películas, tenemos alguna amiga que lo hace con asiduidad, y en más de una ocasión se nos ha pasado por la cabeza. Es el “wardrobing”, comprar un artículo más o menos caro (en general, prendas de ropa), utilizarlo y devolverlo en la tienda a los pocos días. Se te ha escapado una sonrisita, ¿a que sí, pillastre? A mí también, pero para muchas marcas y firmas de moda es de todo menos gracioso.

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(Imagen: Culturadip)

Pongámonos en situación: tienes una boda este fin de semana y ya te has puesto el mismo vestido en los tres últimos saraos. ¡A saber lo que estarán diciendo de ti a tus espaldas! ¿Cómo arreglar este entuerto sin desangrar aún más tu maltratado bolsillo? ¡Ya está! Buscas un conjunto de ensueño el día antes, en la fiesta vas con todo el cuidado del mundo, el lunes le pasas la plancha y lo devuelves, disimulando tu sentimiento de culpa e intentando no sonrojarte demasiado. En cualquier otro contexto lo llamaríamos “estafa”, pero como suena muy poco elegante y demasiado español, lo llamamos “wardrobing” y quedamos como reyes.

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(Imagen: Pixabay – Jarmoluk)

El “wardrobing” se puso de moda en Europa, gracias a la imaginación que la crisis nos ha obligado a desarrollar, y tardó en cruzar el charco lo que se tarda en preparar unos huevos fritos con patatas. Precisamente a consecuencia de la crisis económica, las cadenas comerciales relajaron sus políticas de devoluciones para intentar aumentar sus ventas. La idea era que los potenciales clientes comprasen con más confianza, sabiendo que, si era necesario, se les podía reembolsar el dinero en cualquier momento. Sin embargo la estrategia se les ha vuelto en contra, porque para otras cosas no sé, pero para trapacear y embaucar el ser humano demuestra tener recursos casi ilimitados.

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(Imagen: Justacoté)

Entre la pura y descarnada necesidad, y la irresistible tentación de ser unos malandrines sin que nos pillen, esta actividad se ha expandido de tal manera que las tiendas y empresas denuncian pérdidas de varios miles de millones. Tú igual tienes consideración y devuelves la prenda a los pocos días y en buen estado, pero hay otros que compran un equipo completo de esquí, se revuelcan por los Alpes suizos durante quince días, y luego intentan encasquetarlo en la tienda sin haberle pasado siquiera un trapito. Y si el dependiente del Decathlon ya te mira con la mosca detrás de la oreja, imagínate lo contento que tiene que estar el señor jefe.

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(Imagen: Shemakescents)

El porcentaje de clientes “insatisfechos” con la compra aumenta año tras año. Por ello, muchas empresas se plantean restringir las libertades de los compradores para intentar paliar la situación. La norteamericana Bloomingdale’s coloca unas pegatinas negras en la ropa de más de 150 dólares, y si el cliente las quita, no podrá hacer una devolución. Otros espacios comerciales cuentan con un historial de devoluciones, para ver las devoluciones que ha hecho una misma persona en un periodo determinado de tiempo. Zara indica que no habrá devolución que valga si “el producto ha sido usado más allá de la mera apertura del mismo, o si ha sufrido algún daño”. Según las estimaciones, el “wardrobing” le costó a la industria norteamericana nada menos que 10.900 millones de dólares en 2014. Sí, las grandes cadenas siguen ganando dinero, pero unas pérdidas de tal magnitud alteran las cuentas, tocan demasiadas narices, y acabamos pagando todos en forma de precios aún mayores. Que somos muy listos.

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(Imagen: Pixabay – Jarmoluk)

Lo curioso es que la respuesta lógica a los recortes presupuestarios de la crisis sería comprar menos y de forma más meditada. Sin embargo, lo que sucede realmente es esta orgía de compra compulsiva y devolución con la boca pequeñita. En 2013, la diseñadora Vivienne Westwood afirmaba: “Todo el mundo está comprando demasiada ropa. Consume menos y escoge bien. Calidad, no cantidad”. Una persona que vende ropa aconsejando comprar menos ropa puede resultar paradójico, pero cuando se comprueba la enfermiza necesidad de estar siempre a la moda y seguir cada tendencia (y sale una tendencia nueva cada cuarto de hora), la declaración de la señora Westwood cobra mucho más sentido. Ítem más: un estudio publicado por The Cut revelaba que sólo usamos el 20% de la ropa que tenemos en el armario, con lo que el “wardrobing” es para algunos una forma de recuperar el dinero que tenemos guardado en el ropero. O bien de poder seguir comprando sin gastar nada. Así empezó Rodrigo Rato. Yo no digo “ná” y lo digo “tó”.

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(Imagen: Wikimedia Commons)

Ahora que nadie nos ve… Tú también has comprado un vestido, lo has devuelto en rebajas y lo has comprado otra vez para recuperar unos eurillos, ¿a que sí?

 

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