Dormir bien es un privilegio sobre el que planean montones de amenazas. Cenas excesivas, desvelarse por irse a la cama demasiado tarde, darle mil vueltas a la cabeza, rufianes despreciables que pasan por la calle soltando berridos… Pero, en la mayoría de ocasiones, lo que no nos deja dormir bien es la postura que adoptamos en la cama. ¿Hay una posición idónea para conciliar el sueño? Tras una ardua investigación, podemos concluir que sí. O que no. Bueno, depende.
Debo confesaros algo. Habréis comprobado que me puedo poner bastante brasas con el tema de la alimentación. Que si hay que comer sano, que si hay que hacer deporte, que si esta semana toca brócoli porque ayer te comiste una galleta, blablablá… Pero me ponen un Whopper por delante y pierdo los papeles. Y si ya picaba religiosamente con cada lanzamiento especial del Burger King, ahora van y sacan una edición limitada del emblema de la casa: el Halloween Whopper. Un Whopper negro, misterioso y tentador como la noche. Mi perdición.
Que haya triunfado la espantosa moda masculina de los pantalones de pitillo con los tobillos al aire y ceñidos hasta la gangrena, es una prueba más de que la apariencia no lo es todo en esta vida. Sin embargo, también es cierto que una buena presencia facilita las relaciones y aumenta la autoestima. Si eres hombre, este artículo te interesa. Si eres mujer y tienes pareja masculina, leedlo los dos. Él, para que se entere, y tú, para asegurarte de que se ha enterado.
En septiembre pasa de todo. Se termina (simbólicamente) el verano, se vuelve al cole, millones de estudiantes tiemblan ante los exámenes de recuperación… Pero lo peor, con diferencia, es que se acaban las vacaciones. Y nada más pensar en volver a verle la cara al jefe, te aplasta la fatiga, el cansancio generalizado, falta de apetito, concentración dispersa… A estas alturas habrás escuchado la expresión “síndrome postvacacional” como novecientas cuarenta veces. Pero desde Modalia ya te lo advertimos: en España tenemos todos mucho cuento.
Y llegó el gran día. El día en que por fin dejarás de flagelarte las meninges para pergeñar nuevos y apasionantes planes que hacer con tus hijos, y tendrás un poco más de tiempo para ti. ¡Llega el cole! Pero, aunque estés dando saltos de alegría por haber arañado algunos minutos a tu propia vida, otra parte de ti se inquieta y sufre porque, al fin y al cabo, son tus hijos. Se enfrentan a un nuevo entorno, nuevas personas y nuevas experiencias sin ti. Y ya no te digo si les preguntamos a ellos. Si pudieran, se embadurnarían de pegamento y se te subirían a la espalda. Cualquier cosa con tal de no separarse de sus adorados padres.
Plantear la comida diaria está cada vez más chungo. Hay que cuidar el colesterol, apáñatelas para meter cinco piezas de fruta y verdura al día, dónde vas comprando bollería, ojito con la sal, el omega-3, la fibra, el bífidus, los transgénicos y la madre que los parió a todos. Y no te lo pierdas, resulta que hay alimentos que van derechitos al cerebro y nos hacen más tontos. Un día de estos nos van a decir que sólo podemos beber agua y comer pepinos. Al menos no tienen gluten.
Una de las fantasías y deseos confesables más recurrentes es hacerse un tatuaje. El que más y el que menos se ha pintarrajeado el brazo en el instituto con un boli, y ha desfilado orgulloso ante sus atónitos amigos. Los tiempos en los que un tatuaje era sinónimo de gente de la calle y ambientes peligrosos ya quedan muy atrás, pero aún conserva un atractivo punto transgresor que infunde respeto. Y como los seres humanos somos muy de ostentar cosas que nos definan y nos hagan sobresalir entre la multitud, no es raro que tatuarse esté de moda. Aunque 4.000 años de historia es mucho tiempo para una simple moda.
No sabemos (más bien nos da una pereza enorme buscarlo) quién fue el primero que publicó en Instagram una foto de sus pies en la playa, pero sí sabemos la histeria colectiva que sobrevino después. Todos queremos hacernos una foto sentados en el alféizar de una ventana sosteniendo un humeante moka latte en una mano y el último libro de Murakami en la otra mientras observamos la bulliciosa urbe bajo la lluvia tras nuestras enormes gafas de pasta sin cristal (prueba a leer esta frase sin asfixiarte)… Y hete aquí que llega Socality Barbie para reírse del cliché en el que nos hemos convertido. Que mucho meterse con los hípsters pero bien que nos gusta el postureo. Sí, a ti también, y a callar.
Ah, Instagram… Esa aplicación creada para alimentar voluptuosamente al narcisista que todos llevamos dentro, y vanagloriarse hasta de esa tónica que nos tomamos la otra tarde porque teníamos la barriguita suelta, porque ¡qué bien se ve todo con un buen filtro! Pero si Instagram sólo puede usarse con el teléfono y la tablet, ¿cómo subimos las fotos de la cámara digital que tenemos en el ordenador? Olvídate de cables, mandarse a uno mismo las fotos para subirlas desde el móvil y demás historias. En Modalia te indicamos cómo cargar fotos en Instagram desde tu PC.